sábado, 30 de junio de 2012

Desalojo en la catedral de La Almudena.

La policía entra en la catedral (los templos siempre fueron lugares inviolables de asilo) para echar a la fuerza a los que se habían encerrado para protestar contra los "desahucios de los bancos".

Jesús echó a los mercaderes del templo. El cardenal Rouco se pone de parte de los mercaderes y echa los pobres. En el Evangelio que lee el cardenal no debe constar la parábola del buen samaritano.

Jesús se dirigió a la gente y les dijo "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas (Mateo, 23)

Jesús debió de ser "un indignado" de su tiempo.

viernes, 29 de junio de 2012

Cañizares versus Zapatero: el debate de Ávila




En ese debate se han oído palabras solemnes por parte de uno y otro. Dejo los comentarios a los profesionales. A propósito de ese HUMANISMO DEL SIGLO XXI, me han venido a la memoria otros tiempos convulsos (siglo XVI) que, mutatis mutandis, estamos viviendo y sufriendo hoy. Como con dolores de parto. Y no sólo en el aspecto económico. Ahora, como entonces, se trata de la identidad de Europa. Bueno será, pues, recordar a Erasmo y el humanismo que él preconizaba.

Ninguna autoridad moral de su tiempo, podía compararse con la de Erasmo. Jamás un hombre particular poseyó en Europa un poder universal merced sólo a su persona y su valía. Para su tiempo, llegó a ser el símbolo de los anhelos espirituales colectivos. Por primera vez, el poder ético y espiritual tuvo la precedencia sobre el poder político (por poco tiempo, desgraciadamente). Él y su obra tuvieron gran trascendencia en toda Europa. Sus escritos eran leídos atentamente, sopesados y discutidos. A nadie dejaron indiferente. Carlos V, Enrique VIII y Francisco I pidieron sus consejos. Cinco universidades le ofrecieron cátedra. Tres reformadores: Lutero, Melanchton y Zuinglio lo cortejaron para obtener una palabra de aprobación. Durante toda su vida había rechazado despreciativamente todos los cargos de este mundo, a causa de su libertad. Erasmo era un hombre prudente, íntegro e insobornable. Cualidades que, a su juicio, deberán tener los verdaderos humanistas, esos hombres espirituales que con su rectitud moral y su sabiduría han de cambiar el mundo. Nunca se vendió. Por encima de todo, prefirió su libertad y su independencia, Siempre permaneció fiel a su lema Concedo nulli (No cedo ante nadie). Él fue el humanista que encarnó, como nadie en su tiempo, el poder invisible del espíritu.


En sus últimos años, Erasmo se volvió escéptico, tuvo la impresión de que su obra había sido baldía y esto le amargó en el lecho de su muerte. Los católicos no lo invitaban, los protestantes se mofaban de él. Nadie requería ya su opinión. Como él mismo se quejaba en sus últimas cartas: Mis enemigos aumentan y mis amigos desaparecen.


¿Quién era Erasmo y cuál fue su obra para que tantos lo aclamasen con tanta devoción? ¿Qué características tuvo el humanismo que alumbró? ¿En qué consistió su originalidad? He ahí unas cuestiones a considerar.


Al humanismo renacentista que se gesta en Europa a lo largo de los siglos XV y XVI, Erasmo le imprime su impronta personal. Su philosophia Christi tiene como pilares fundamentales una gran confianza en el hombre y en la fuerza de la libertad.


El descubrimiento de la humanitas conlleva la exaltación de todos los valores humanos. Esto hace que los humanistas vuelvan a los antepasados griegos y latinos. Su conocimiento y cultivo son considerados como condición indispensable para entender el hombre y el mundo, y pueden servir de modelo y ejemplo al hombre moderno. Protágoras (siglo IV a.Xto) ya hablaba del Homo omnium rerum mensura est (el hombre es la medida de todas las cosas). Según eso, el hombre (sea cual sea la traducción y sentido que se le de a ese aforismo), tiene entidad propia, constituye el referente y centro alrededor del cual deben girar todas las cosas. A esos descubrimientos paganos (pagano no en el sentido peyorativo que le da la Iglesia), el humanismo cristiano aporta los valores e ideales que aparecen en el Evangelio. De ahí también la importancia de volver a los orígenes del cristianismo primitivo y de desembarazarse de todas las excrecencias que se le han añadido a través de los siglos. La visión personal que Erasmo tiene del hombre y del mundo es una visión cristiana, pero completamente nueva y moderna. Mira al hombre y al mundo con ojos limpios, sin las legañas de siglos que ha enturbiado la mirada de la Iglesia. Esas legañas son hoy cataratas con glaucoma cuyo diagnóstico es poco esperanzador; puede que acaben en ceguera total. Su humanismo será, pues, un humanismo cristiano nuevo. En esto, como en tantas otras muchísimas cosas, Erasmo se adelantó a su tiempo. Vio más allá de la corta y ramplona vista de los jerarcas eclesiásticos y de los teólogos de su tiempo. El aggiornamento de la Iglesia y del cristianismo que en el siglo pasado intentó el papa bueno, Juan XXIII, con su concilio (y que Juan Pablo II y Benedicto XVI con estudiada astucia han hecho fracasar) ya lo intentó Erasmo. He ahí la actualidad de su humanismo. El nuevo cristianismo que defiende Erasmo en el Enquiridion militis christiani y el Novum Instrumentum nada tiene que ver con la Teología Escolástica con la que se identificaba plenamente la Iglesia de su tiempo.


En el escrito al eximio teólogo y humanista Martín Dorp, que se lamentaba de la inoportunidad de su Stultitiae Laus (El elogio de la locura), publicado en 1509, (locura irónica y crítica), vuelve sobre el tema de los teólogos: en su manera de perder el tiempo en discusiones vanas… hombres dados a luchas verbales… que no tienen tiempo de leer el Evangelio… Te podría presentar a quienes han pasado ya de los ochenta y que han perdido buena parte de su vida en naderías de este jaez, sin siquiera haber abierto los Evangelios… No hablemos de la falta de base de esta Teología: monstruosa, bárbara, artificial, totalmente insensible a las artes liberales y a las lenguas clásicas… Esta Teología está tan adulterada por Aristóteles y por insignificantes invenciones humanas que dudo si conoce algo del puro y genuino Cristo. ¿Qué tiene que ver Cristo con Aristóteles o los misterios de eterna sabiduría con la sutil sofistería? ¿Qué se busca con ese laberinto de temas, que en su mayoría son una pérdida de tiempo, sino la simple gresca y crear disensión?... Hay muchas y grandes cuestiones que es mejor ignorarlas que investigarlas, viendo como vemos que algunas cosas no podemos conocer y otras muchas en que la incertidumbre es mucho más provechosa que la misma certeza… Hoy no tienen límite las investigaciones inútiles, raíz de todas las discordias… En suma, hemos llegado a un punto en que la base de la doctrina expuesta no se fundamenta tanto en la doctrina de Cristo cuanto en las definiciones de los escolásticos y en el poder de los obispos. En consecuencia, todo está tan complicado que no hay siquiera esperanza de volver a traer al mundo al verdadero cristianismo… Escepticismo amargo el que rezuma Erasmo. Sus textos pueden aplicarse, sin necesidad de cambiar una coma, a la situación de la Iglesia actual.


Erasmo rompe con la christianitas (concepción hierocrática que Juan Pablo II añoraba y que hoy día se trata de “resucitar” con la tan cacareada “nueva evangelización”). Rompe con la christianitas y con la concepción del hombre y del mundo que tiene la Iglesia medieval, temerosa de las novedades que alumbraba la Nueva Era. La Iglesia jerárquica rechaza, por razón de supervivencia, todo lo nuevo; porque sabe que las novedades son una amenaza a sus anquilosados dogmas. Dios (y la institución que lo representa) dejará de ser el centro de todas las cosas, y ese lugar lo ocupará el hombre. Erasmo pasa del teocentrismo medieval al antropocentrismo que aparece claramente en los Evangelios. Erasmo no levantó la mirada hacia el cielo cristiano con menor fe que hacia el Olimpo griego.


La pietas cristiana, que Erasmo no se cansará de defender, es una espiritualidad personal e íntima, practicada en el templo de la propia conciencia. En su libro Enchiridion militis christiani (Manual del soldado cristiano), base de todo el movimiento erasmista, defiende una audaz reforma religiosa y hace una llamada urgente a que cada hombre interiorice el mensaje evangélico. Censuró todo lo que de muerto había en el catolicismo (y era mucho) y se colocó a la vanguardia de los innovadores. Invitaba a sus lectores a descubrir lo esencial del cristianismo por debajo de las apariencias, a vivir el mensaje evangélico en espíritu, y rechazar, como hojarasca muerta, las observaciones exteriores, según la sentencia tan certera de san Pablo: la letra mata y el espíritu da vida. Erasmo privilegiaba la religiosidad interior sobre la exterior. La liturgia, toda la parafernalia de ritos, ceremonias, santos e indulgencias, la organización jerárquica de la Iglesia, incluso sus dogmas, pasaban a ser elementos secundarios, prescindibles. Su dura crítica al clero regular y a la corrompida estructura eclesiástica (como mantenedores de las supersticiones que esclavizan al hombre), provocó un durísimo enfrentamiento entre los erasmistas y los frailes.


Monachatus non est pietas (ser monje no supone forzosamente piedad auténtica) gritó Erasmo. Y de una a otra parte de Europa resonó como un grito demoledor contra el estamento religioso. Pero fue sobre todo en España donde causó mayor alboroto. De tal modo que motivó la famosa conferencia de Valladolid de 1527 para decidir sobre la ortodoxia de Erasmo.


Resumamos algunas claves del humanismo de Erasmo:


* El hombre es el centro y la medida de todas las cosas. “Para Erasmo -escribía Lutero- las cosas humanas significan más que las divinas. Para Lutero, en cambio, lo religioso era lo más importante que había en la tierra.


* El humanismo aborrece toda violencia. Ningún derecho justifica la guerra. Aun cuando uno crea que le asiste todo el derecho del mundo, jamás debe resolver cuestión alguna por medio de la violencia. En este punto, toda circunspección es poca. Sus reproches más acervos van contra la Iglesia que, con el acrecentamiento de su poder temporal, ha renunciado a la gran misión de mantener la paz cristiana universal.


* Toda intolerancia y partidismo son ajenos a su teoría de la concordia universal. Para Erasmo no existen naciones ni fronteras sino una patria común global. Todo ser humano, sin exclusión de ningún tipo, puede ser ciudadano de esa comunidad. En caso de conflagración, los humanistas no tienen que alentar con celo partidista las hostilidades. Por el contrario, deben colaborar juntos para poner fin al frenesí inhumano y bestialmente salvaje de la guerra.


* No hay verdades absolutas. La verdad siempre es ambigua y multicolor. No pondría yo mi cabeza por la verdad, declara Erasmo. Lutero se mofa de él porque no quiere afirmar nada con seguridad… por todas partes anda como sobre huevos, sin querer aplastar ninguno… considera la paz corporal, la comodidad y la tranquilidad como cosa más alta que la fe. Lutero, en cambio, tiene las ideas clarísimas y está dispuesto a defenderlas aunque el mundo entero se convierta en discordia y se hunda totalmente y sea sólo ruina.


* La verdad absoluta lleva al fanatismo. Sus partidarios quieren imponerla a la fuerza a todo el mundo, valiéndose de cualquier medio (inquisición, censura, anatema, hoguera). La dictadura de una idea, como única forma de fe y de existencia, rompe la unidad y provoca la desavenencia universal. Todo dogma es una declaración de guerra contra la libertad de espíritu. Quien quiera ser cristiano, dirá Erasmo, tiene que ser pacífico y tolerante. Quien quiera ser cristiano, le responderá el inflexible Lutero, no le es lícito ceder jamás, aunque todo el universo perezca por ello.


Defensor insobornable de la libertad de pensamiento, Erasmo nunca quiso atarse a dogma alguno ni decidirse por ningún partido, por eso en ninguna parte encontró un hogar que pudiera llamar suyo. Espíritu libre e independiente, buscó, mediante la mutua comprensión, una síntesis armónica y suprema de todas las ideas.


* La razón por encima de la fe y de las supersticiones. En la bóveda del Antiquarium del Residence Museum de Munich, aparece pintada, esta máxima: Fides certior ratione (La fe es más segura que la razón). Quien la mandó escribir debía de tener esa fuerte convicción. Fides certior ratione no está mal para esculpirla en el frontispicio de una Biblioteca de Teología. Sin embargo, Erasmo, a mi modo de ver, hubiese mandado esculpir en piedra la sentencia opuesta: Ratio certior fide (la razón es más cierta y segura que la fe).

En esta hora, en que la Iglesia pone tanto interés en resaltar las raíces cristianas de Europa, habrá que escuchar las sabias reflexiones del humanista Erasmo, no sea que alguien nos de gato por liebre.



miércoles, 27 de junio de 2012

La Intriga Vaticana

Entrevista íntegra que mantuve en el programa Hora 25 de la Cadena Ser, con Angels Barceló el pasado 6 de junio sobre las últimas intrigas aparecidas en el Vaticano.



martes, 26 de junio de 2012

Entrevista en Religión Digital

Estimados amigos a propósito de la publicación de mi novela "Sangre" , hace unos dias me entrevistó José Manuel Vidal,  director de Religión Digital, aquí os cuelgo el vídeo:




domingo, 24 de junio de 2012


Presentación del libro ‘Sangre’ de Francisco Asensi, Valencia, ADG-N Libros, Colección ‘Relatos’, 2012, 415 pp.

El pasado martes, 19 de junio, en el Aula Magna de la Universitat de València, a las 20 horas, comenzó el acto de presentación de este apasionante libro, en un auditorio que a menudo no disfruta de tanta asistencia, de tantas amigas y amigos, y de tantos discípulos de quien fue director del Colegio Mayor Universitario Santo Tomás de Villanueva, Francisco Asensi.

Importa señalar que su autor es en estos momentos un reconocido escritor, con varios libros ya publicados en prestigiosas editoriales, por ejemplo, La sibila de Delfos (1996), Sombras sobre el Vaticano (1999), El diablo tiene nombre (2001) y El secreto de Sant’Angelo (2006), que han gozado de buenas ventas, porque son obras bien hechas, que dejan huella imborrable en quien disfruta leyéndolas. Curiosamente, esta vez ha tenido que acogerse al coraje editorial de ADN-N Libros, pequeña y loable empresa de la ciudad de Valencia, por una extraña situación: su nuevo libro, Sangre, que se acabó de escribir a comienzos de marzo de 2007, ya ha sido publicado en Alemania, Polonia y Rumania en sus correspondientes traducciones, pero ha necesitado más de cinco años para que una editorial española asumiera el riesgo de publicar el texto original. Surge entonces, de manera inevitable, la pregunta siguiente: ¿a qué se debe esta incomprensible anomalía, cuando se trata de una novela de muy grata lectura, fruto de la fina labor de escritura de un profesional competente, siempre bien informado como corresponde a quien también es un escrupuloso historiador de sólida formación académica, pero que es capaz de expresarse con la soltura de un virtuoso novelista, en obras con elementos de ficción, muy entretenidas ciertamente, en las que suele hablar de problemas que conoce a fondo y desde dentro, y en las que desea no sólo atrapar al lector, cosa que consigue admirablemente, sino informarle también y plantearle cuestiones, a menudo de temas teológicos y eclesiásticos? Por aquí podríamos encontrar pistas para una posible respuesta a este largo silencio forzado, a esta publicación tanto tiempo reprimida, pues no en balde se atreve a tocar “el sagrado experimento del Opus Dei”.

Si se quiere encontrar un ejemplo de lo que los clásicos llamaban “enseñar deleitando”, he aquí un libro atractivo, de amena lectura, que no sólo juega con las estructuras de la novela negra o policíaca, así como con los recursos de la denominada novela histórica, con pericia de reconocido maestro, sino que persigue además una finalidad doble: destruir tópicos y prejuicios, deshacer mentiras e intereses, problematizar creencias y supuestos cómodos y rutinarios, para plantear nuevas preguntas, de indiscutible vigencia religiosa, a saber, dónde hay todavía elementos que merecen considerarse sagrados, o en los que perdura la llama de ese legado tan manipulado y tergiversado que predicó con su vida un hombre llamado Jesús de Nazareth. El lector no sólo vibrará con los vericuetos y mallas de una trama bien trabada, sino que acabará lleno de cuestiones que le permitirán observar el mundo en que estamos con mayor lucidez y con ojos más críticos. La experiencia vale la pena. Leerlo les compensará y les hará más libres. El autor y los directivos de ADG-N libros merecen por ello nuestra gratitud.

Joan B. Llinares Universitat de València